“Nos vemos en el Obelisco”

Miles de argentinos llegaron hasta el emblemático Obelisco para celebrar el paso de su selección a la final del Mundial.

 
La última final que disputó Argentina en un Mundial la perdió con Alemania en el 90, por eso en Buenos Aires solo se respira aire de revancha. De ganar, la celebración será en el emblemático Obelisco.
 
Página impresa de El Diario del Otún.
Mauricio Gómez Buriticá
Especial desde Buenos Aires
(Nota publicada por El Diario del Otún el 12/07/14)
Transcurría el minuto 85 del partido cuando al argentino Roberto Sensini derribó en el área a Rudi Voeller y el árbitro mexicano Edgardo Codesal pitó penalti. El cobro lo convirtió en gol Andreas Brehme y el título mundial fue para Alemania.

Aquel 8 de julio de 1990 en el Estadio Olímpico de Roma fue la última vez que Argentina disputó la final de un Mundial.

Hoy, después de 24 años en los que sólo hubo frustraciones mundialistas, el fútbol vuelve a darle luz verde a Argentina para buscar de nuevo la gloria y qué mejor para ellos que hacerlo ante Alemania. Vaya manera de sacarse la espina que dejó aquella oscura noche romana.

En Buenos Aires y el interior del país lo entienden así, y por eso no se habla de otra cosa que no sea la final de Brasil 2014. El argentino desayuna, almuerza y cena fútbol; respira fútbol, su mundo gira alrededor de un balón y hasta tienen su propio Dios, Diego Maradona.

No hay vitrina de almacén que no esté vestida de azul celeste, todos los restaurantes ofrecen el menú mundialista y ni qué decir de los medios de comunicación que, tanto en radio como en televisión, agotan la paciencia de cualquiera con la desenfrenada publicidad patriótica de su selección. Hasta el Papa Francisco ha servido de imagen para sensibilizar a todos en torno a una causa, el título Mundial.

El cántico aquel de “Brasil decime que se siente…” se ha convertido en un himno que se escucha en las esquinas, en los bares, en la radio, en los pitos de los carros y hasta en los niños que van al jardín de la mano de sus padres y que lo utilizan como ejemplo para aprender a silbar.

Ese ambiente de fiesta fue despertado por una selección en la que ni los propios argentinos creían al inicio. Antes del Mundial y en desarrollo del mismo, era fácil escuchar voces críticas contra el técnico Alejandro Sabella y algunos jugadores que, como en el caso de Rojo, Pérez y Romero, despertaban dudas.

Esos mismos apellidos fueron coreados y entonados junto al “vamos, vamos Argentina…” por miles de aficionados que se agolparon en el Obelisco el pasado miércoles para celebrar el triunfo ante Holanda que les dio la clasificación a la final.

A un día del partido, si se entra en un café, se escucha a los más viejos rememorar las gestas de Kempes y Maradona en el 78 y 86 como preámbulo a un nuevo capítulo en la historia del fútbol de este país. Pero si se visita un boliche -así le llaman a las discotecas-, los más jóvenes hablan de la expectativa de ver por primera vez a su selección campeonar en un Mundial, pues lo demás para ellos es solo un mito; el Kempes o Maradona de esta nueva generación tiene nombre propio: Lionel Messi.

Se espera que este domingo, a la hora del partido (4:00 de la tarde de Argentina), el país esté mudo y las calles estén vacías, como ha pasado en los juegos anteriores.

No hay deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla y al argentino le llegó su hora. Después de 24 años, en Buenos Aires solo se respira aire de revancha ante Alemania y lo harán en la casa de su más encopetado rival de siempre, Brasil, un motivo más de orgullo para ellos.

La despedida de cualquier diálogo que se geste hoy en Buenos Aires es sólo una: “nos vemos en el Obelisco”, suponiendo una celebración. De ser así, el atardecer dominical argentino estará más azul celeste que nunca.

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